Seremos para siempre

Odiaba las despedidas; me superaban. Conocía lo duras que eran y cada vez las llevaba peor. Esa sensación de un viaje de vuelta aún sabiendo que volvería, esa sensación de necesitar un abrazo por no querer irte, esa sensación agridulce de sentir que dejas lejos algo que necesitas muy cerca... 

Hasta que no arriesgas; no sabes lo que va a pasar. Palabras como futuro, ciudad, mañana no quieres que existan en tu vocabulario. Cuando arriesgas;  simplemente sientes que has de dejarte llevar. 

A pesar de las diferencias, nunca me dio miedo conocer tu mundo, nunca me dio miedo conocerte, nunca me dio miedo compartir; algo bastante extraño en mi aún cuando pueda parecer lo contrario. Solo un pensamiento inundaba mi mente; dos personas que se sienten en algún momento de su vida tendrán derecho a estar juntos más de lo que esperan.

En esta ocasión la sensación de despedida es bastante diferente; atrás queda la sensación de volver y entra la sensación de saber que dejas algo lejos; esta vez, aparentemente para siempre. Sin embargo, hay una sensación que no cambia: podría transmitirte con un solo abrazo cuánto te voy a echar de menos.  

La felicidad por bandera

No gozábamos de todo el tiempo que queríamos pero teníamos el tiempo suficiente para reencontrarnos, volver a compartir experiencias, pequeños momentos. 

A veces, esos pequeños momentos son los que más importancia y valor tienen para uno mismo.

La felicidad por bandera, sentirse querido.

Lo admito

Calendario compartido, ganas, mentiras piadosas a las familias y burbuja: días de ensueño y burbuja. 

Considero soy una persona que siempre ha vivido el momento y que exprime cada segundo al máximo, sin embargo, qué difícil es encontrar ese momento pleno en el que se detiene por completo el tiempo, en el que no te hace falta más que tener al lado a quien sientes tiene que estar: inexplicable sensación de paz y tranquilidad.

Ese nerviosismo, esas palpitaciones aceleradas, ese “por favor, sal ya” cuando esperas se abra la puerta de salidas y que comiencen los días de felicidad. Y qué decir; imposible describir cómo descansar fines de semana lo que no me permite mi hiperactividad.

Hay quien enseña pasado y presente y hay quien enseña presente y futuro; combinaciones perfectas en las que nada puede salir mal. Buenos sí, pero no es ni digno de mencionar.

Todavía no soy capaz de leer ninguna conversación, no soy capaz de mirar fotos y recuerdos, no soy capaz de caminar. Un pensamiento incesante retumba en mi cabeza y me impide avanzar.

Todavía me despierto mirando el móvil como si un mensaje hubiese entrado ya, todavía sueño con encontrar ese solomillo al Roquefort que tanto ansiábamos probar, todavía recuerdo esos momentos de sofá y esas miradas que nos hacían sentir especial.

Lo admito y lo dejo patente una vez más: no quiero que esto sea un punto y final...

Avanzar para empeorar

Quieres pasar página y caminar hacia delante como si nada pasara. Incongruente; buscar lo que ya tenías, buscar lo que sabes no es tan fácil encontrar.

Te darás cuenta que la vida algún día te hará parar, aunque inconscientemente bastante pavor sientes ya de que ello suceda: sabes que mirarás hacia atrás y verás que lo único que has hecho es avanzar para empeorar. 

Aquel que no sabe afrontar una situación caminará para olvidar, sin embargo, el tiempo le recordará que lo único que hizo fue demostrarse que los caminos sin dirección no llegan a ningún lugar. 

Es imposible creer que esto esté pasando de verdad...

Y aunque en este caso intentes llevar todo a la normalidad, cuando esto termine, saldrás; y verás que no existe la normalidad, que no tienes esa estabilidad que tanto deseabas y que en tantos aspectos has dejado escapar.

Podría comenzar diciendo que es el final, sin embargo... 

Siempre es bueno recordar: "se necesita un minuto para notar a una persona especial, una hora para apreciarla, un día para amarla, una palabra para herirla, pero toda una vida para olvidarla".